El 18 de noviembre de 1973 la selección de fútbol de Oberá recibió a Río Cuarto en la revancha por cuartos de final de la “Copa Beccar Varela”. A los 25 minutos del segundo tiempo el partido fue suspendido y se registraron graves incidentes. Aquí la historia
Las ruinas del Dodge 69 pasan desapercibidas entre las malezas que proliferan sobre el camino que lleva a Pueblo Salto, en inmediaciones al Autódromo Ciudad de Oberá, mudo testigo de la peor página de la historia del deporte obereño.
El paso del tiempo y la herrumbre borraron todo signo que permita identificar lo que fue alguna vez aquel armatoste cuadrado: un blindado de la Policía de Misiones que estaba destinado al traslado de la Brigada Antidisturbios de Posadas.
El 18 de noviembre de 1973, aquella división intervino en los serios incidentes que se registraron en cancha de Atlético Oberá, escenario del partido revancha entre los seleccionados de Oberá y Río Cuarto (Córdoba), por cuartos de final de la “Copa Beccar Varela” del Torneo Nacional de Selecciones de Ligas.
Con el transcurrir de los años, lo que sucedió en aquel encuentro de hace casi medio siglo fue adquiriendo estatura de leyenda urbana y se tejieron mil versiones. Lo cierto es que lo que comenzó como un partido de fútbol, concluyó con un escándalo de proporciones que fue retratado por los medios nacionales más importantes de la época.
Ante el resultado adverso, los hinchas obereños agredieron a los jugadores visitantes, a los árbitros y a la Policía, al extremo que atacaron, volcaron e incendiaron el blindado que trajeron de Posadas. El fanatismo desbocado en su máxima expresión.
Pero al reconstruir lo que sucedió aquel 18 de noviembre queda claro que se trató de un escándalo anunciado y hubo graves fallas en la seguridad del evento. Sólo la fortuna evitó que haya muertos, ya que se registraron disparos de arma de fuego, piedrazos y agresiones físicas que derivaron en alrededor de medio centenar de heridos, entre civiles y uniformados.
La bronca se gestó una semana antes, en el partido de ida en Río Cuarto, donde el público cordobés fue muy hostil y, para colmo, quedó la sensación de que le robaron el partido a Oberá, que terminó jugando con dos hombres menos y perdió 4 a 1, un resultado que hacía cuesta arriba la revancha.
El desprecio de la yerba
Norberto Bonino, periodista de Río Cuarto, contó que tenía 13 años cuando se disputó la serie entre los representantes de Misiones y Córdoba, pero recuerda todo como si fuera hoy.
“Estuve en el partido que se jugó en cancha de Estudiantes de Río Cuarto y nunca voy a olvidar que la gente de Oberá regaló paquetes de yerba, pero en un momento dado los hinchas locales rompieron los paquetes y tiraron la yerba. Yo lo vi, eso pasó y el clima se fue caldeando. Para la revancha en Oberá fueron siete u ocho micros con hinchas de Río Cuarto. Yo quería ir con mi tío, pero menos mal que mi papá no me que vaya. Por ahí no contaba la historia”, reflexionó en diálogo con NDA.
Durante los siguientes años escuchó las anécdotas de los protagonistas, quienes contaban que “tuvieron que abandonar la cancha en autos de la Policía porque si no los mataban”, recordó.
Entre otros grandes jugadores de Río Cuarto se destacaba Ricardo Omar Aimar, quien también vistió la camiseta de Newell’s Old Boys de Rosario y es el padre de Pablo Aimar.
“Con nuestro equipo viajaba un muchacho con discapacidad que era primo de Aimar y se perdió durante los incidentes. Todos desesperados buscándolo durante horas, hasta que lo encontraron escondido en una letrina”, mencionó.
Para Bonino el capítulo del 73 no dejó rencores y varias veces viajó a Oberá para transmitir básquet. “Es una ciudad preciosa y siempre la pasé bárbaro”, destacó.
Locura colectiva
Manuel José “Piru” Kaleñuk, era el lateral derecho del equipo obereño. Recordó que el 11 de noviembre jugaron en Río Cuarto y el 12 cumplió 22 años arriba del colectivo que los trajo de regreso a Oberá.
“Pasó eso que los cordobeses tiraron la yerba y clima estaba pesado, pero por lo que recuerdo los jugadores salimos de la cancha sin problemas. Después acá se creó un clima de mucha bronca. Lo que sucedió en el partido en Oberá fue muy feo, hasta les tiraron piedras con hondas a los jugadores rivales. Yo lo marcaba a Francisco Gabaccio y le decía que se ponga bien al lado mío para que no le tiren”, evocó.
Contó que “la gente estaba fuera de sí. Personas que uno conocía que eran tranquilas, ese día se enloquecieron. Fue un efecto contagio tremendo”.
Incluso recordó que dentro del estadio de Atlético había una pila de ladrillos, lo que fue utilizado para agredir a los visitantes.
En la previa la selección local concentró en el Escuadrón de Gendarmería que se ubica a una cuadra de la cancha, donde se refugiaron tras la suspensión del partido. La violencia fue tal que un integrante del cuerpo técnico local fue herido de un piedrazo y Kaleñuk lo trasladó con su Fiat 600 hasta una clínica.
“Me cuesta hablar de esto, no me gusta porque tiene que ver más con un hecho delictivo que con lo deportivo, y empaña la gran campaña que hicimos ese año. Como que quedamos pegados a la violencia. Eso me entristece”, reflexionó.
Pero a pesar del mal recuerdo, contó que mantiene contacto con algunos ex jugadores de Río Cuarto, como Gabaccio, al que protegió de los hondazos.
“El año que viene se cumplen 50 años de aquel partido y quiero ir a Río Cuarto para reencontrarme con los muchachos. Los jugadores no tuvimos nada que ver con la violencia”, remarcó.
“Se pasaron de rosca”
Esteban “Chopa” Panasiuk fue uno de los delanteros y goleadores del seleccionado obereño del 73 y padeció en carne propia la violencia del partido en casa.
“Cuando jugamos en Córdoba nuestra gente llevó yerba y repartió en la tribuna, pero se ve que en un momento la cosa se calentó y los locales rompieron los paquetes de yerba. Los jugadores primero ni nos dimos cuenta porque estábamos en lo nuestro, pero después vimos ciertos movimientos en las tribunas. La salida también fue medio caliente y nuestros hinchas les decían a los de Río Cuarto que ni vayan a Oberá porque les iban a devolver las gentilezas”, recordó Chopa en diálogo con NDA.
Y agregó: “La verdad que acá se pasaron de rosca. Estuvo todo preparado. Incluso contaban que durante la semana un conocido director de escuela les hizo preparar a sus alumnos bolitas de barro que después tiraron con hondas. Yo recibí dos o tres hondazos durante el partido, pero claramente el que más sufrió fue el arquero de ellos, pobre”.
El resto fueron corridas, desesperación y el recuerdo ingrato de los gases lacrimógenos.
“Yo no conocía los gases y fue horrible. La gente estaba tan descontrolada que dieron vuelta el blindado de la Policía y lo quemaron. Fue una cosa de locos. Pudo ser una verdadera tragedia porque en el estadio había familias, muchos chicos y gente mayor. Hubo corridas y mucha desesperación. Una lástima porque ese año hicimos una gran campaña deportiva que por ahí se vio un poco opacada con los incidentes”, reflexionó.
Desprecio y rencor
En una crónica de entonces publicada por el diario El Territorio, Jorge Antúnez -el Decano del periodismo deportivo obereño- describió los sucesos: “Se podrá decir que todo lo sucedido en Río Cuarto tiene que ver con los desmanes acaecidos en Oberá. Aquello de Córdoba fue vivido y sufrido por muchos obereños. Botellazos, insultos, desprecios que calaron sobre todo en el resentimiento de los aficionados y aficionadas que sobrepasaron el centenar de personas”.
Y sentenció: “En la semana que medió entre el 11 y el 18 de noviembre se fue incubando un sentimiento de disgusto y repudio por los trastornos vividos en Río Cuarto, se fue operando una psicosis colectiva de revanchismo que no pudo ser contrarrestada por directivos de la Liga, autoridades y también el periodismo. El clima belicoso, es cierto, campeó en algunos sectores de la parcialidad lugareña. Los ánimos estaban exacerbados, el desborde se presumía”.
El “clima belicoso” que describió “Pajarito” Antúnez fue propiciado por el maltrato padecido en Córdoba, según argumentaron después jugadores e hinchas que acompañaron al equipo. El primer gesto ingrato fue cuando antes de empezar el partido repartieron paquetes de yerba que después terminaron rotos y tirados. Fue imposible borrar aquella marca del desprecio.
Además hubo un partido, claro, donde los locales ganaron por goleada 4 a 1 y Oberá terminó con 9 jugadores por las expulsiones de Jorge Zuetta (había marcado el empate transitorio) y Roberto Granberg.
Enrique Gualdoni Vigo, el histórico presidente de la Liga Obereña de Fútbol, pero casualmente nacido en Bulnes, departamento de Río Cuarto, fue muy crítico con el árbitro Enrique Gatrich, de Rosario, a quien responsabilizó por la derrota obereña.
Es decir, el destrato de los hinchas cordobeses y la sensación de haber sido perjudicados deportivamente conformaron un cóctel nocivo que alimentó la sed de venganza de los obereños.
También es cierto que algunos comunicadores de entonces pregonaron desde la radio LT 13 la bronca contra los rivales con vistas a la revancha. El estallido era inminente, al punto que muchas esposas y novias organizaron viajes con sus parejas para que estos no asistan al partido del 18.
Violencia y caos
Era noviembre y en Misiones hacía calor. Pero la sensación térmica era todavía mayor por lo que había pasado en Río Cuarto y en el pueblo se respiraba un clima tenso. El “honor” obereño había sido herido y había que cobrar venganza, casi no se hablada de otra cosa en aquel final de 1973.
Los visitantes sabían que no serían bien recibidos, por lo que el plantel de Río Cuarto se hospedó en el Hotel Continental de Posadas y el 18 después del almuerzo hicieron los cien kilómetros hasta Oberá.
Es más, los hinchas visitantes ni siquiera pisaron el estadio local, ya que ante las reiteradas amenazas los micros quedaron en resguardo en el Escuadrón de Gendarmería (a una cuadra de la cancha de Atlético) y se tuvieron que conformar con escuchar el partido por radio.
Sin rivales en las tribunas, desde el inicio del juego los hinchas locales hicieron todo lo posible por incomodar a los jugadores de Río Cuarto. Es famosa la anécdota que les tiraban bolitas de barro seco con hondas. La visita se puso en ventaja en el primer tiempo por intermedio de Aldo Arana y a los 24 del segundo Francisco Gabaccio anotó el 2 a 0. El resto fue un bochorno.
Apenas un minuto después del segundo tanto una piedra impacto en un auxiliar del árbitro y la situación de hizo incontrolable. Botellas y hasta sillas volaron a la cancha. Se paró el partido, los jugadores de ambos bandos corrieron a refugiarse en Gendarmería y la parcialidad local desató su ira contra los uniformados, quienes tuvieron que utilizar gases lacrimógenos y balas de goma para tratar de contener los desmanes. Lo más “suave” fue el chorro de la manguera de los bomberos.
Como siempre sucede, los violentos habrán sido una mínima facción, pero alcanzó para sembrar el caos durante horas en una ciudad azotada por versiones que hablaban de muertos, cuestión luego desmentida.
El intendente Estanislao Ardel nada pudo hacer para calmar los ánimos de quienes rondaban el Escuadrón de Gendarmería expectantes a la salida de los micros cordobeses, por lo que esa noche llegaron a Oberá el ministro de Gobierno Alfonso Galeano y el jefe de la Policía de Misiones Rufino Ortiz, quienes supervisaron la salida de los visitantes bajo un fuerte operativo de seguridad que requirió efectivos de diversos puntos de la provincia.
Ante las amenazas de piedras, tiros y hasta bombas incendiarias, los cordobeses tuvieron que acomodarse “cuerpo tierra” en el interior de los ómnibus para salir de Oberá.
“La chispa de rebelión”
En los días posteriores a los incidentes del 18 de noviembre se escucharon varias voces cuestionando el proceder policial.
Así relató Jorge Antúnez aquel momento: “La chispa de rebelión la prenden quienes fueron designados para brindar seguridad y calma, pero contribuyeron inicialmente a crear confusión y desorden. Con sus lanzamientos de gases y manguerazos de agua a presión distribuidos indiscriminadamente se enardeció a casi todos los asistentes. Niños, ancianos y damas sufrieron las consecuencias de la enérgica e inesperada represión. Gente que nada tenía que ver con el hecho aislado de agresión mutua, fue víctima de todos los malestares y padecimientos que provocan los elementos y medios empleados por la denominada Brigada Antidisturbios de Posadas”.
“Quienes fuimos testigos presenciales de los hechos desde un lugar adecuado, podemos certificar que el cuadro fue doloroso, triste y el pánico que provocó la indebida y masiva agresión de los agentes especiales mereció el repudio unánime de toda la gente congregada en cancha de Atlético Oberá. Y viene la réplica, la violencia se apodera de muchos. También esto censuramos. Nadie tiene derecho a hacer justicia por sus propias manos, pero en esos momentos estas palabras sonaban huecas. Reiteramos, como censuramos el inapropiado procedimiento de la Brigada Antidisturbios, también censuramos los desmanes y procedimientos agresivos, incluso la quema de un vehículo policial. Estamos en contra de los exaltados, como también estamos en contra de gente uniformada que careció de capacidad y firmeza para abordar un hecho aislado y pequeño y que luego provocó una batahola indescriptible y generalizada. Lo que sí, nuestro fútbol con su magnífica campaña, tuvo un epílogo drástico y triste”, lamentó el cronista.
25 policías heridos
Por su parte, la Jefatura de la Policía de Misiones emitió un comunicado de prensa detallando cuál fue el accionar de la fuerza y cómo se vivió el clima previo al encuentro entre los seleccionados de Oberá y Río Cuarto.
“Antes del partido hinchas cordobeses tuvieron que refugiarse en la comisaría de Oberá por las amenazas recibidas en inmediaciones del estadio”, se citó en el parte oficial.
Confirmaron que 25 uniformados recibieron asistencia médica por lesiones de diversa consideración tras los enfrentamientos con los hinchas locales. Bruno Bazante, jefe de la Unidad Regional, padeció una lesión en el ojo izquierdo y un corte en la cabeza que requirió siete puntos de sutura. Algunos de los más afectados fueron los agentes Luis Pedrozo (herida de bala en un brazo), Oscar Isidro Brítez (fractura de clavícula) y Eusebio Garay (traumatismo de cráneo y hundimiento de tórax).
Aún internado, Brítez contó a la prensa: “Yo estaba con los demás compañeros tratando de poner orden. De pronto entró a llover piedras y cascotes desde nuestra espalda. Allí había una enorme pila de ladrillos, demasiado peligroso para cualquiera. De pronto recibí un impacto en el hombro y caí. Después me levantaron mis compañeros, para recibir varios golpes del público que nos atacó con todo lo que tenía a mano. Perdí el conocimiento porque tengo un golpe en la cabeza”.
Garay fue más breve: “No sé, de pronto fui lanzado por un proyectil que me dio de lleno en el pecho. Intenté recuperarme, pero recibí otros proyectiles más y perdí el conocimiento”.
La violencia fue tal, que la autobomba de los bomberos sufrió un impacto de bala en el parabrisas, según la Policía.
Gran campaña de Oberá
Tras ganar el cruce ante Oberá, el seleccionado de Río Cuarto se impuso en el cuadrangular final y se consagró campeón de la “Copa Beccar Varela” del Torneo Nacional de Selecciones de Ligas.
En tanto, más allá de los tristes episodios del 18 de noviembre, la campaña de Oberá en el certamen de 1973 fue excelente. Para graficar aquello, vale mencionar que antes de disputar la serie por cuartos de final ante el representante cordobés, el conjunto misionero había disputado 8 partidos, donde obtuvo 6 triunfos y 2 empates, siendo el único invicto de la Tercera Región.
En esa etapa el equipo conducido por Carlos Lezcano cosechó 22 goles a favor y padeció 12 en contra. En partidos de ida y vuelta eliminó a Apóstoles (global de 8 a 2) y a Posadas (5 a 4) para ganar el título Provincial; luego se impuso ante Paso de los Libres de Corrientes (global 6 a 4) y a Concepción del Uruguay de Entre Ríos (3 a 2).
Para ser justos, más allá del escándalo del último partido, aquel conjunto de Oberá fue un equipazo y merece ser recordado porque disputó la instancia decisiva de un certamen nacional de jerarquía. Que la violencia no opaque la grandeza deportiva del seleccionado del 73.
(Artículo ilustrado con fotos propias y del archivo del diario El Territorio que posee la Biblioteca Popular D. F. Sarmiento de Oberá)
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.