Rubén “Chango” Flores fue futbolista profesional. Jugó en Instituto de Córdoba, Colón de Santa Fe e Inter de Porto Alegre. Muchos recuerdan su memorable actuación de 1955 ante Posadas. Querido por todos en el ámbito del atletismo, hoy es el corredor más longevo de la provincia
Cualquier encuentro con don Rubén “Chango” Flores, por causal que sea, es una alegría. Es un crack de la vida, el ejemplo concreto que confirma que la vitalidad depende en gran medida del estado anímico y no tanto de la fecha de nacimiento.
Con 88 años sigue corriendo, entrenando todos los días y participando de pruebas pedestres, siempre con alegría y un entusiasmo que contagia.
Conocido y apreciado por todos en el ámbito del atletismo provincial, es el corredor más longevo y su presencia resalta las competencias, ya que su figura encarna los mejores valores del deporte: la propia superación, la buena salud y un montón de amigos.
Deportista de toda la vida, don Chango se levanta a las 4.30 de la mañana y a las 5 parte hacia la pista del polideportivo municipal. Y a la tarde suele meterle un poco más por la autovía.
La sala de su casa está repleta de trofeos, medallas, plaquetas y reconocimientos, pero él destacó que “el mejor premio es conversar con los chicos, ellos me alientan y eso me hace feliz. Me carga de energía”.
Los inicios
Chango nació el 4 de abril de 1934 en San Fernando Las Palmas, Chaco, donde fue boy scout y practicó todos los deportes. Hacía ciclismo, jugaba al fútbol, practicaba atletismo y nadaba.
“Con 15 años salí tercero en una competencia de aguas abiertas en el río Paraguay, aunque no me querían inscribir porque era el único menor. A los 16 jugaba en la selección de fútbol de Las Palmas y de ahí me ficharon en Sarmiento de Resistencia”, rememoró.
Y fue el fútbol la disciplina que más alegrías le dio en su juventud. Jugó en Instituto de Córdoba y Colón de Santa Fe, antes de recalar en Oberá para jugar en Olimpia.
También tuvo un paso por el fútbol brasileño, primero en un equipo de Santa Catarina y luego en el Internacional de Porto Alegre, donde permaneció dos años y llegó a jugar en el mítico estadio Maracaná.
“Fuimos con Carlos Lezcano y fue una linda época. Ahí fue que subí por primera vez a un avión, era con hélices y se sacudía para todos lados. Conocí Honduras, Chile, Perú y Bolivia. Como en esa época Oberá no estaba afiliada a la Afa, cada vez que había un clásico con Atlético veníamos a jugar para Olimpia”, contó con tono pícaro.
Siete pulmones
Ya de regreso en el país, fue uno de los pilares de la selección obereña que animó los campeonatos provinciales de mediados de los 50 y 60, con partidos memorables contra Posadas.
“En la final del 55 jugábamos con los posadeños allá y el partido estaba 3 a 3. En esa época no existían los cambios y se lesionó nuestro arquero, Nito Cruz, que se rompió el tabique. Entonces fui al arco y enseguida penal para Posadas. Tuve la suerte de atajar, sacamos la contra para Carlos Lezcano y ahí le hicieron penal a él. Y yo siempre pateaba, entonces corrí desde el arco y también tuve la suerte de hacer el gol del triunfo”, detalló emocionado.
Los memoriosos de entonces recuerdan que esa noche los campeones fueron recibidos en caravana y al Chango lo llevaron en andas desde el puente del Tuichá hasta el Reloj del Sol, en el centro de la ciudad.
“Yo no era muy bueno, pero corría mucho y pateaba fuerte. En esa época se jugaba 4-2-4, entonces los dos del medio tenían que tener siete pulmones”, graficó el Chango. Hoy mantiene esa misma pasión y entrega. A mediados del 2012 le extirparon 26 centímetros de intestino. “Pero el doctor me dijo que ató bien con alambre para que siga corriendo”, dijo entre risas. Ya pasaron 10 años y el Chango sigue corriendo.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.