Norma y Anabella, las chicas de empedrado: rompiendo prejuicios y estereotipos

El sol del mediodía hace más duro un trabajo de por sí pesado. Manipular las piedras, golpearlas para darles forma, acomodarlas para que queden bien alineadas. El empedrado de calle Arroyo Garupá, en barrio Norte de Oberá, avanza parejo y prolijo.

Anabella (18) y Norma (24) integran el grupo de trabajo y no pasan desapercibidas, ya que no es común ver mujeres haciendo el empedrado. Gestos de sorpresa y admiración ante el empuje de las chicas.

“Cuando estábamos trabajando frente a la escuela (237) las maestras nos felicitaban y aplaudían”, comentó Norma, quien ya trabajó en varios rubros, como promotora y en venta callejera.

A su lado, Anabella contó que trabajó en la chacra y como empleada doméstica, y que empezó en el empedrado porque un día pasó, la vio a Norma y preguntó si había vacantes.

Las jóvenes destacaron el apoyo de sus compañeros

“El presidente de la comisión vecinal hizo una convocatoria para varones y no se anotó nadie. Yo medio en broma le dije por qué no anotaban chicas, me dijo que sí y acá estoy. La verdad es un oficio duro, pero uno se acostumbre y lo importante es trabajar”, remarcó Norma, quien hace dos meses comenzó esta nueva actividad.

Las chicas destacaron el apoyo del encargado de obra y sus compañeros, los cuales les enseñan los secretos del oficio.

Anabella vive con su maná y una hermana, mientras que Norma reside con su hermano y entre ambos están a cargo de dos sobrinos con discapacidad.

En tiempos donde muchos aguardan la asistencia del estado y otros dicen que “la gente no quiere trabajar”, Anabella y Norma rompen prejuicios y estereotipos. Demuestran que hay otro camino, que no sirve generalizar y que la dignidad no se negocia.

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