Lucas Rodríguez tenía 5 años cuando Basilio Bustamante se atrincheró y asesinó a su papá, el sargento Juan de la Cruz Rodríguez, en Oberá. Hoy el joven agente lleva con orgullo el mismo uniforme de la Policía de Misiones
Domingo 21 de diciembre de 2003, ya temprano el calor y la humedad presagiaban una jornada agobiante y pesados nubarrones anunciaban lluvia en Oberá. Lo que nadie auguró fue la tragedia que se avecinaba, la balacera que inició un delincuente con prontuario y que se cobró dos vidas: la del propio pistolero y la de un policía que murió como un héroe cubriendo a sus camaradas.
De un lado Basilio Bustamante (32), camorrero y malacostumbrado a llevarse todo por delante, quien hasta pocos días antes había estado preso por robo, como otras tantas veces.
En el extremo opuesto el sargento Juan de la Cruz Rodríguez (31), padre de tres chicos, funcionario dedicado y uno de los iniciadores del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Unidad Regional II.
El destino los cruzó aquel trágico domingo de hace ya dos décadas, todo por la malicia de Bustamante, que a eso de las 7.55 comenzó a increpar a otro policía que esperaba el colectivo urbano en la parada de avenida Yerbal Viejo y calle Casco Romano, en el barrio Cien Hectáreas de Oberá, a metros del Club Ex Alumnos 185.
Primero fueron insultos y amenazas, típico del pendenciero que era el ex recluso, aunque el uniformado -que se dirigía a trabajar- ni siquiera le respondió para no agravar la situación.
Tampoco habrá imaginado la secuencia que seguiría: apenas el colectivo se detuvo en la parada, Bustamante empuñó una escopeta recortada que tenía escondía y disparó contra el transporte de pasajeros. De milagro no lastimó a nadie.
Esa acción demencial, propia de un criminal sin remedio, inició un delirio que se extendió por más de siete horas entre tiros, negociaciones frustradas y un saldo fatal de dos muertos.

Heredero de una vocación
Tras disparar contra el colectivo, Basilio Bustamante corrió unos metros y se atrincheró en la propiedad de su hermano. En la planta baja había un bar y arriba la casa.
El policía agredido solicitó refuerzos y Juan de la Cruz Rodríguez fue uno de los primeros efectivos en llegar al lugar del hecho, donde horas más tarde perdió la vida por un disparo en la cabeza.
El hoy agente de Policía Lucas Rodríguez (26), hijo de Juan de la Cruz, tenía 5 años cuando mataron a su papá en cumplimiento del deber. Es el mayor de tres hermanos y heredó la vocación por servir y proteger. Ni la tragedia familiar lo apartó de su camino.
“Fue algo muy triste que nos marcó a toda la familia. No pude disfrutar ni compartir mucho con mi papá, lo que me hubiera gustado. Después con el tiempo, cuando fui creciendo, sus amigos y camaradas me contaron cómo era y la pasión que tenía por su trabajo”, subrayó Lucas.
Precisó que hace cuatro años ingresó a la fuerza provincial y desde entonces se desempeña en el Comando Radioeléctrico Norte de la UR II, dependencia que realiza el primer abordaje ante requerimientos de todo tipo, por lo que siempre hay que estar preparado y alerta.
En tal sentido, reconoció que “por ahí, por lo que le pasó a mi papá, tengo siempre presente que hay que estar muy atento y concentrado. Pero sobre todo me gusta mi trabajo y trato de ser profesional. Ser policía es ayudar a la gente, así lo entiendo”.
El mejor legado
Al momento de ser asesinado, Juan de la Cruz Rodríguez se desempeñaba en la División Seguridad Vial, al tiempo que formaba parte del equipo que delineaba los primeros pasos del GOE de Oberá.
En el mismo predio de Vial, cada vez que podían, los entusiastas pioneros del Grupo Especial aprovechaban el edificio en altura para practicar rapel, recordó un camarada.
Por su parte, con visible orgullo Lucas atesora varias fotos de su papá con uniforme, ya sea en servicio, en algún desfile cívico militar o en plena instrucción, siempre capacitándose para tratar de ser un mejor policía.
“Mi papá era joven cuando murió, entonces tuve la suerte de poder trabajar y compartir con algunos de sus ex compañeros, y ellos me contaron anécdotas y experiencias que vivieron junto a él. Le gustaba hacer cursos y aprender, no era que se quedaba con lo que sabía”, destacó.
Precisamente, el relato de los camaradas de Juan de la Cruz afianzaron el recuerdo y la vocación de su hijo.
“Desde chiquito quería ser policía como mi papá y lo pude cumplir. También todo lo que me contaron de él es una gran satisfacción y además un compromiso, porque quisiera que mi papá estuviera orgulloso de lo que soy”, subrayó emocionado.
El trabajo de policía requiere capacitación y firmeza, pero también empatía y entrega, como la tuvo Juan de la Cruz Rodríguez, ascendido post mortem a sargento.
Hoy, más allá de la placa que lo recuerda en la División de Seguridad Vial de Oberá y otros merecidos homenajes, su legado está presente y su hijo Lucas dignifica su entrega.

Ni el ruego de su familia evitó la malicia de Bustamante
El episodio que se cobró la vida de Juan de la Cruz Rodríguez tuvo en vilo a toda la comunidad, ya que Basilio Bustamante se atrincheró por más de siete horas. Ni el ruego de sus familiares lo hizo entrar en razón y se resistió hasta la muerte.
Es que sabía que luego de disparar contra un colectivo urbano no tenía chances de esquivar la cárcel, un lugar que conocía bien y al cual no quería volver porque se había hecho de muchos enemigos, buscapleitos como era, lo que se potenciaba cuando tomaba.
Así que se refugió en la propiedad de su hermano con la escopeta recortada en mano. Enseguida la Policía rodeó la vivienda para evitar que el malviviente pueda escapar por los terrenos linderos.
Las horas pasaban y Bustamante no daba indicios de tener intenciones del entregarse. Era pasado el mediodía y se abatió una torrencial lluvia, circunstancia que aprovechó para trepar al techo y comprobó que realmente estaba rodeado por las autoridades. No tenía chances de huir.
Lejos de rendirse, efectuó un disparo y volvió a meterse en la casa. Minutos más tarde se asomó otra vez y apretó el gatillo, señal de que estaba totalmente descontrolado.
Tras los gritos y corridas, sobrevino una tensa calma que se extendió por un par de horas. La Policía, además de rodear al delincuente, también debía preservar la seguridad de los habitantes de la zona.
Apenas pasadas las 15, Bustamante volvió a colarse en el techo y disparó. Esta vez una bala hirió de muerte a Juan de la Cruz Rodríguez, que se desplomó en el patio de una casa vecina desde donde cubría a sus camaradas que buscaban acercarse al tirador.
El disparo le impactó en la cabeza y ocasionó un daño irreparable que le costó la vida. Lo que siguió fue una balacera que concluyó con Bustamante herido de un tiro en el abdomen, lo que horas más tarde derivó en su deceso en el Hospital Samic de Oberá.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.