La rebelión de las fuerzas de seguridad traccionó el reclamo de otros sectores. Los policías levantaron campamento, pero a metros nomás quedaron docentes y trabajadores de salud pública que ahora pretenden el mismo piso de 620 mil pesos que cobrará un agente
Cuando se disipe la euforia de la épica que por estas horas barniza los sucesos de la manifestación policial en reclamo una recomposición salarial, cuando pasen unos días o tal vez semanas y todo parezca que volvió a la normalidad, justo ahí empezarán a sentirse las secuelas de un hecho que puso a Misiones en la tapa de los principales medios del país.
En la Policía -institución verticalista por excelencia y brazo armado del Gobierno- y en la política se valora la lealtad, y en esta historia muchos se sintieron traicionados y cuanto más encumbrados, más chances tienen de hacer pagar la traición.
Si bien el acuerdo que firmaron policías y autoridades contempla la amnistía administrativa para quienes participaron de la manifestación y dejaron de cumplir con el servicio, el poder tiene herramientas más sutiles para hacer sentir el rigor.
No serán gratis los 13 días de acampe en la avenida Uruguay, con transmisión en directo por pantalla nacional, incluidos análisis y críticas a la gestión de gobierno.
Que el problema es nacional o provincial, o un poco y un poco, y hasta la interna de la renovación que salió a la luz de manera descarnada.
Más allá de cualquier hipótesis, la mala gestión de la crisis en las primeras horas derivó en la expansión de un reclamo que empezaron policías y penitenciarios y siguieron otros sectores de la administración pública.
La rebelión de las fuerzas de seguridad traccionó el reclamo de los docentes -precursores en la lucha salarial-, como también de salud pública, judiciales y otros.
Pérez frizado
La mano dura, la amenaza de meter presos a los sediciosos, que lanzó el ministro de Gobierno Marcelo Pérez se volvió como un bumerang y no hizo más que tensar la cuerda. Pérez metió presión la primera semana, pero después lo frizaron.
Por eso no estuvo en la reunión donde se solucionó todo, a pesar de que hoy salió al lado del jefe de la Policía, Sandro Martínez, en un video donde la tensión era evidente, como cuando dos chicos se pelean y la maestra los obliga a darse las manos. Pérez es el perdedor que deja el conflicto. Perdió autoridad y prestigio.
Entre los ganadores, claramente, se ubican los policías que consiguieron un buen aumento. Por ejemplo, el agente que en abril cobró 406 mil pesos, en mayo percibirá 508 y en junio 620, y así todas las escalas, con tope en un comisario general que de 860 mil en abril pasará a 1.300.000 en junio. ¿Qué otro sector de la administración pública provincial logró eso?
Claro, pedían 100%, pero se sabe que toda negociación empieza bien alto para lograr algo que sirva. Y mucho más no había, como bien entendió el vocero Ramón Amarilla, quien ayer a la tarde fue concreto: “Nadie quiere cargar en la conciencia con que alguno pierda el trabajo, por eso tenemos que tratar de resolver esto lo más pronto posible”.
Tras la firma del acta, el otro referente Germán Palavecino acertó en la reflexión: “La unión vale más que cualquier sello de goma y nosotros lo demostramos”, en clara referencia a los otros sectores que están agremiados pero no se sienten representados.
Así, los policías levantaron campamento, pero a metros nomás quedaron docentes y trabajadores de salud pública que ahora, con todo derecho, van a pedir ese mismo piso de 620 mil pesos. La vara quedó alta.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.