Juan Carlos “Mono” Ferreyra, crack de la mejor época de Guaraní Antonio Franco. El talentoso delantero nacido en Oberá recordó la tarde que tiró paredes con el Diego en un histórico amistoso en Posadas. Repasó su rica trayectoria y analizó la actualidad del fútbol misionero
Las redes sociales marcan el pulso de estos tiempos, y cada persona elige como presentarse ante el universo virtual. Algunos cambian todo el tiempo su foto de perfil, otros atesoran alguna imagen que permanece.
Al segundo grupo pertenece Juan Carlos “Mono” Ferreyra (62), crack del fútbol misionero de los 80 y 90 que brilló en la mejor época de Guaraní Antonio Franco, quien en su Facebook y WhatsApp deslumbra con una foto junto a un tal Diego Armando Maradona.
Los dos vestidos de jugador de fútbol: camiseta blanca y short negro. Un retrato hecho a minutos del histórico partido del sábado 9 de mayo de 1992 en el estadio de Guaraní, donde el 10 desembarcó para jugar un amistoso en beneficio del Hospital de Pediatría de Posadas.
Esta tarde, el Dios más humano de todos, frotó la lámpara y marcó tres goles, pero uno fue un golazo de media cancha que recorrió el mundo entero, como tantas hazañas del mismo pie izquierdo.
Y claro, entre los privilegiados asistentes de aquel espectáculo inmortal, el Mono Ferreyra no fue un simple testigo, sino que también ostenta el orgullo de haber sido protagonista, ya que marcó un gol tras un tiro libre de Maradona y después tiraron juntos un par de paredes.
Pero al rato el obereño tuvo que salir porque al otro día jugaba por los puntos, y resulta que el de Fiorito fue al banco a reclamarle al técnico: “Qué me hacés, cómo me vas a sacar al negrito, que es el único que habla mi idioma”.
El Mono estalló de emoción al recordar aquella frase, que en el ámbito futbolero local tiene estatus de leyenda. Por eso y muchas cosas más, dijo que en el pan y queso entre Maradona y Messi “elijo al Diego, porque jugó en la época más dura, donde los defensores pegaban en serio. No digo que Messi no se banca, porque le fajan. Pero lo que hizo el Diego en una época donde jugaban carniceros, no tiene comparación”.
Primero hay que aclarar que sos obereño, porque hace tanto que vivís en Alem que algunos se confunden…
Sí, soy nacido en Oberá y viví hasta los 16 años. Primero vivimos en calle Chile y jugábamos en el Club Vanguardias. Mis amigos de la infancia, entre otros, eran Gustavo y Eduardo Beatke, que vivían a media cuadra y me regalaban las zapatillas que les quedaban chicas. Después nos fuimos a la calle Buenos Aires, en Loma Porá, también cuna de campeones con la cancha de la Iglesia Cristo Rey. De ahí salieron el “Polaco” Zubczuk, “Chopa” Panasiuk, “Cacho” Stadler y tantos. Los sábados tenías que estar a la una porque se armaban los equipos. Después nos fuimos a calle Salta y había una canchita de un aserradero donde jugábamos, pero también iba a la escuela de fútbol con Justo Romeo Toledo, el primer técnico nacional que hubo en Misiones, que daba clases en cancha de Olimpia.
O sea que tuviste potrero y escuela. ¿Eso fue un plus?
Sí, tuve las dos cosas, pero creo que mi virtud fue natural. El fútbol era todo para mí. Yo a los 15 años debuté en la primera de Olimpia, donde había grandes jugadores como “Milo” Domínguez, Rubén Vargas, “Mono” Soza, José Benítez. Debuté en Cancha de Atlético Oberá y uno me pegó una patada tremenda, ahí le cayeron los grandes y casi lo linchan. “Qué hacés, sos loco, no vez que es un chico que está debutando”. Ese fue mi debut. En Olimpia tuvimos un dirigente muy grande que fue don Juancito Cáceres, después Gerardo Ulrrich, un tipazo.
A los 16 años se fueron a probar a Racing de Avellaneda con Juan Carlos Zubczuk, arquero que llegó a primera y hasta jugó en la selección de Perú. ¿Cómo se dio esa posibilidad de probarse en una época que no había tantas posibilidades como ahora?
En esa época, en Racing estaba el misionero Carlos López, figura del fútbol argentino que jugó en la selección, y él en una revista dijo que aquel misionero que quería probarse en Racing que vaya, que él le iba a recomendar. Le dije a mi papá que quería ser futbolista y me compró todo, me dio plata para el pasaje y me dijo que me podía quedar en casa de mis tíos en Florencio Varela. Llegamos con el “Polaco” Zubczuk y fuimos al Cilindro de Avellaneda; nos sentamos en un murito y lo esperamos Carlitos López. Cuando llegó, lo encaramos: “Somos de Misiones y venimos a probarnos”, y ahí él le dijo un empleado del club que le avise a Ernesto Grillo y a Juan Oleniak que nos hagan una prueba porque éramos de su provincia. Hablamos y nos dijeron que al otro día vaya a probarse el Polaco y yo un día más tarde. Pero al otro día lo acompañé y me dijeron para probarme, pero no había llevado mi equipo. Entonces me mandaron a la utilería y me dieron un botín gigante, pero igual en esa prueba metí tres goles. Al otro día fui con lo mío y metí dos goles, y otro en una tercera prueba. Los dos quedamos y nos ficharon. Pero resulta que de entrada los chicos no cobraban nada, y el Polaco tenía la ventaja que era oficial repostero y consiguió un trabajo. Pero yo no laburé nunca y transcurrido un tiempo mis viejos empezaron a vender los muebles para ayudarme. Yo viajaba desde Florencio Varela y tenía mucho gasto en viaje. Entonces les plantee a los dirigentes y me dijeron que no podían ayudarme. Le mandé un telegrama a mi viejo para que mande plata para el pasaje y me volví. Después Zubczuk me visitó en las vacaciones y me dijo que los dirigentes querían que vuelva, pero ya no quise.
¿Cuándo empezó el capítulo de Alem en tu vida?
Con 18 años me tocó el servicio militar, en la fuerza aérea en Morón. Meses después, cuando me vine de baja, llegué a mi casa y mi viejo me dijo “nos vamos a Alem”, y yo pensé que era de paseo porque teníamos parientes acá, pero resulta que nos mudábamos. No estuve muy de acuerdo en venir; pero estando acá, enseguida me invitaron a jugar al fútbol y ahí me vio el gran Enrique Speyer, que fue como un padre para mí. Terminó el partido y me preguntó si no quería jugar en Atlético Alem, le dije que sí y él arregló mi pase que era de Olimpia de Oberá. Jugando para Alem, 27 goles metí el primer torneo y 23 en el segundo. Ahí mi nombre empezó a circular por Posadas. Al mismo tiempo, Atlético Aristóbulo del Valle me convocó para jugar el Torneo Regional y anduve muy bien. Tengo una foto con Leopoldo Jacinto Luque, porque nos enfrentamos jugando él para Boca Unidos de Corrientes, con Pacho Sá de técnico. Terminó el Regional y un día estaba en mi casa y llegó el presidente de Boca Unidos, que lo había mandado Pancho Sá. Me dijo que jugaban la final por el ascenso a primera y si ascendían se hacía mi pase, pero perdieron y nunca más me llamaron.
Pero entonces surgió la posibilidad de Guaraní, donde viviste cosas muy importantes…
En realidad, la verdad es que el primer interesado en llevarme fue Mitre, y hubo lindas negociaciones. Los dirigentes de los dos equipos estuvieron en la misma reunión en la mueblería de don Juancito Cáceres, porque mi pase era de Olimpia. Primero Mite, para hacer una comparación, me ofreció 2 pesos y llegó hasta 5. Pero Guaraní arrancó con 4 y cerramos en 8. También tuve en cuenta la opinión de Martín González, que fue mi técnico en Olimpia, que me inclinó con Guaraní porque todos los años salía campeón y jugaba el Regional. Arreglamos con Guaraní y El Territorio publicó: “Llega el goleador de la Liga Obereña”. Lo cierto es que me había recomendado Pancho Sá, que estaba en tratativas para dirigir Guaraní, pero cuando llegué estaba el paraguayo Valdomero Amarilla, que a la vez era un gran preparador físico. En la presentación del equipo dijo: “Esto ya es el colmo, parece un zoológico: pedí un goleador y me traen un Mono; está la Piraña (por Villarreal), el Puma (por Ortiz)…”, fue muy gracioso. El domingo siguiente debuté y convertí, pero después entré en un pozo porque no estaba acostumbrado a entrenar tan fuerte. Hasta que mi cuerpo se acomodó y empecé. Ahí vino Pancho y ganamos todo. Tengo el orgullo de decir que con Pancho jugué en 10 puestos, menos de arquero. En la final con Chaco For Ever por el ascenso al Nacional B, en el partido de allá, jugué de 3.
Con Guaraní jugaste todo: desde el torneo posadeño hasta el Nacional B. ¿Fue tu mejor época?
Sí, fueron siete años, casi ocho, donde ganamos regionales, ascenso a Nacional B -que tuvimos que jugar 36 partidos-, pre Libertadores de América. Tengo la suerte de haber hecho goles importantes y lindos, como el que le hice de chilena a Tigre, a los 47 minutos del segundo tiempo y terminó el partido 3 a 2. Ese fue el mejor. A Olimpo de Bahía Blanca, que la piqué de afuera del área. Bueno, haber hecho uno en la Bombonera, aunque perdimos. Y los dos a Talleres en Posadas, para ganar 2 a 0.
Con la vidriera de Guaraní, ¿tuviste ofertas para jugar en equipos importantes de primera?
Sí, porque fueron tres años en el Nacional B. Nito Veiga habló para llevarme a San Lorenzo; también hubo interés de Talleres de Córdoba, que le metí dos goles. Se habló de Estudiantes de la Plata. Un día Pancho me preguntó si quería ir a jugar a Buenos Aires, y le dije que sí, porque en Misiones llegué a lo máximo, que es jugar en Guaraní. Entonces él me respondió que me necesitaba, pero que no le conteste ahí, pero lo piense. Pancho un tipazo, con experiencia y decidí quedarme. Pero le dije que quería arreglar un buen contrato, y con Eduardo Moulia fuimos los mejores pagos del plantel. Me dieron un auto, vivía en un hotel 5 estrellas. Pero anduvimos mal, descendimos y ahí no se acordó ni el loro.
Año 1992 y surgió la posibilidad de volver a Atlético Alem que armó un buen equipo para el Regional…
Sí, salió lo de Alem, pero tenía una oferta de For Ever para jugar Nacional B. Pasa que Guaraní estaba mal económicamente y don Enrique Speyer, gran conocedor, aprovechó y me compró definitivo. Después pasé por Ex Alumnos 185, Atlético Oberá y me retiré en Brown de Posadas.
En tus redes tenés la foto con Diego, aquella tarde en cancha de Guaraní. ¿Qué te dijo cuando te sacaron?
Fue una experiencia maravillosa. Resulta que invitaron a jugadores de toda la provincia, de acá de Alem a Juancho Kondrazky y a mí. Nos convocó “Buby” Fernández y le dije que sí, que íbamos a ir para no fallarle, porque era un sábado y el domingo teníamos una final contra Aristóbulo. Le dije: “Vamos a jugar 15 minutos, no más”. Pero empezó el partido y se generó algo muy lindo con el Diego. Iban seis o siete minutos, tiro libre del Diego, yo de cabeza y gol. Y después nos juntamos en un par de toques y a él le gustó. Pero después Buby hizo lo que le pedí, me sacó y me senté en el banco. Ahí fue que el Diego se acercó y dijo: “Qué me hacés, cómo me vas a sacar al negrito, que es el único que habla mi idioma”, y quedó eso. Cuando hace el gol de media cancha terminó todo porque la gente empezó a trepar los tejidos y corrí al vestuario porque no quería que me saquen los botines, si al otro día tenía la final con Alem. Por suerte nos pudimos quedar con la ropa que nos dieron para jugar, y salvé mis botines.
¿Cómo fue compartir el vestuario con Diego?
La verdad, esa parte no fue extensa. Estuvo un ratito en el vestuario. Él quería ir a la cancha. Decía “vamos a jugar a la pelota”, me quedó eso. Cuando entró a la cancha, encontró una naranja y empezó a hacer jueguitos con los botines desatados, y la gente enloquecida.
Pensar que hoy, muchos lo enfrentan con Messi por quién es mejor…
Yo digo que son elegidos, son diferentes. Yo nunca entro en discusión con nadie y digo que por suerte los dos son argentinos; pero no me des a elegir porque yo lo elijo al Diego, porque jugó en la época más dura, donde los defensores pegaban en serio. No se protegía al jugador como ahora. Hoy te tocan y cobran full. No digo que Messi no se banca, porque le fajan. Pero lo que hizo el Diego en una época donde jugaban carniceros, no tiene comparación.
Hace un par de meses volviste a dirigir a Atlético Alem. ¿Cómo vez la actualidad del fútbol misionero en general?
La última vez que dirigí acá fue en 2015, que fue la última vez que salimos campeones. Ahora volví y veremos qué pasa. Sobre el nivel del fútbol misionero, lamentablemente tengo que decir que es bajísimo. Por ejemplo, en nuestra liga (Obereña) se presentan seis equipos para un torneo corto porque el resto no puede afrontar los costos. Faltan dirigentes. Fijate que cuando estaba en Guaraní, de los once de salíamos a jugar, siete u ocho éramos misioneros. En Oberá había tanto nivel que no sabías qué partido ir a mirar. Pero hoy prefiero mirar fútbol por tele. Hoy los jugadores prefieren ir a jugar un fútbol libre porque le compran una zapatilla o le dan una moneda. Por eso hay que concientizar mucho a los chicos para que entiendan lo que significa jugar en un club, lo que representa la camiseta. Hoy mi jugador más importante tiene 37 años, Luis Villalba, que volvió porque estoy yo. Es el más grande y entrena de martes a viernes y el domingo quiere ganar, y la gurisada en el banco con el celular porque tienen que atender un mensaje. El domingo perdés y están con la selfi. Pero son los cambios que vivimos y tenemos que adaptarnos.
En una época donde los jóvenes tienen muchas opciones, ¿crees que se puede recuperar aquella mentalidad de la que hablás, el compromiso, el amor por la camiseta?
Tengo muchas ganas de recuperar eso, pero es muy difícil encontrar un Guido Cot, un “Tingo” Cabral, un Dani Ferreyra, un “Cacho” Parra, como tantos otros para quienes el fútbol era todo. El club y la camiseta eran todo. El clásico con los obereños era todo, a cancha llena. Hoy tenemos dos partidos de local por mes y son 500 mil pesos de gastos fijos en árbitros y policía. Y tenés que juntar medio millón de pesos. Por eso el club, como mucho, le da una gaseosa al jugador. No hay recursos. Es la dura realidad.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.