Pedro Luis Vieira Duarte es el mayor asesino múltiple la historia obereña y está libre desde diciembre. En 1997 mató a una mujer y dos chicos. Pasó más de la mitad de su vida tras las rejas, superando el tiempo de la pena impuesta. Para la justicia está reformado y volvió a la calle
Quien lo ve en el taller donde trabaja, sumiso en extremo, siempre con la mirada baja, difícilmente pueda imaginarlo en la situación que marcó su vida y lo llevó a pasar más de la mitad de sus años en la cárcel de Oberá.
Pedro Luis Vieira Duarte, hoy de 54 años, tenía 25 cuando asesinó a María Cecilia Banchero (29) y a sus hijos Sebastián (12) y Julieta Di Liscia (8).
Considerado como uno de los hechos más horrendos de la historia criminal de la provincia de Misiones, el triple homicidio fue perpetrado la noche del 28 de octubre de 1997 en una vivienda de Tartagal y Goya, a una cuadra de la Escuela 788 de Villa Ruff, en Oberá.
Según determinó el informe forense, los menores fueron apuñalados y degollados, y la madre fue ultimada a martillazos y cuchilladas.
Luego, los tres cuerpos fueron arrojados al pozo de la casa. La autopsia confirmó que al caer al agua la pequeña Julieta aún estaba viva.
Si bien el primer sospechoso y detenido fue Fernando Zarke, concubino de Banchero y padrastro de sus tres hijos mayores, las pesquisas determinaron que el autor material del hecho fue Vieira Duarte.
Pero el asesino tuvo con un cómplice impensado: Matías Di Liscia, de apenas 11 años, hijo y hermano de las víctimas. El menor resultó inimputable y fue entregado a familiares de Buenos Aires.
Vieira Duarte fue hallado culpable y sentenciado a prisión perpetua bajo el antiguo régimen que preveía una pena de 25 años, por lo que al cumplir 20 tras las rejas inició los trámites para acceder al período de prueba.
En tanto, en diciembre pasado obtuvo la libertad por cumplimiento de pena. Se instaló en casa de su hermano y consiguió trabajo en un taller.
Camino a la libertad
Por la gravedad del hecho imputado, cada instancia del período carcelario de Vieira Duarte fue cuidadosamente analizado por la junta médica del Cuerpo Médico Forense, cuyos profesionales evaluaron su estado mental.
Lo cierto es que más allá de su buen comportamiento en la Unidad Penal Dos de Oberá, donde cumplió toda la pena sin una sola sanción disciplinaria y era considerado un preso ejemplar, en sucesivas entrevistas con psicólogos y psiquiatras evidenciaba cuestiones que primero demoraron y luego restringieron el beneficio de las salidas transitorias.
Por ejemplo, en 2018 gozó de algunas salidas que luego fueron suspendidas por un informe adverso de los peritos. Al año siguiente, el Tribunal Penal Uno de Oberá rechazó el pedido de libertad condicional.
De todas formas, tras nuevas pericias, en 2022 Vieira Duarte fue reincorporado al periodo de prueba con salidas transitorias de 24 horas.
Durante ese lapso nunca cometió ninguna falta, siempre volvió en tiempo y forma y cumplió con todos los requisitos impuestos.
Asimismo, nuevas pericias psicológicas avalaron su rehabilitación y así se allanó el camino hacia la libertad. Incluso, cumplió largamente con la pena impuesta de 25 años, ya que transcurrió más de 27 tras las rejas, desde octubre de 1997 hasta diciembre de 2024.

Ronda macabra
Al momento de su detención, Pedro Luis Vieira Duarte trabajaba como ayudante de albañil y changarín, y no había terminado la escuela primaria. Gozaba de buen concepto entre sus vecinos y no poseía antecedentes penales. Nadie pensaba que sería capaz de hacer lo que hizo.
Con relación al triple homicidio, se estableció que María Cecilia Banchero y Fernando Zarke (entonces de 30 años) dejaron a los menores en compañía de Vieira Duarte, quien se había hecho muy amigo del nene de 11 años.
La mujer y su concubino eran oriundos de Buenos Aires y desde hacía cuatro años residían en Oberá, donde fabricaban y vendían artesanías.
Banchero tenía tres hijos de una relación previa y con Zarke tuvo otras dos criaturas, las que el momento de la masacre tenían uno y tres años. Esa noche la pareja salió y llevó consigo a los dos más chicos. Eso les salvó la vida.
Según se probó en el juicio, Vieira Duarte ahorcó primero a Sebastián y después a la pequeña Julieta, que dormía en la cama de abajo de la misma cucheta que su hermano mayor.
Después instó a Matías para que apuñale a su hermanita, mientras que él hizo lo mismo con Sebastián. Para completar la ronda macabra, degollaron a las dos criaturas y las taparon con sábanas en sus propias camas.
Banchero llegó casi a media noche y fue a ver a sus hijos, que supuestamente dormían, cuando Vieira Duarte aprovechó para acercarse por detrás y asestarle un martillazo en la cabeza.
La remató a puñaladas y le cortó al cuello, como a sus hijos. Después lanzó los cuerpos a un pozo ubicado en el mismo terreno.
Zarke regresó de madrugada y no encontró a su concubina ni a dos de sus hijastros. Comenzó a revisar la casa y se topó con el baño de sangre.

Relación prohibida
Cuando llegó la Policía, Matías dijo que su mamá y su padrastro discutieron y que el hombre la golpeó. Incluso, afirmó que le dijo que vaya a comprar cigarrillos y pan, y que si volvía sin el pedido lo iba a matar.
Los primeros dichos del menor, más la sangre que Zarque tenía en las manos y en un pañuelo que llevaba encima, lo ubicaron como el principal sospechoso del crimen.
También se supo que el padrastro golpeaba a la mujer y a los chicos, al punto que la docente Isabel Aquino, de la Escuela 788, declaró que “a cierta hora, antes de la salida, los chicos se hacían pis encima”, al tiempo que reconoció sentirse arrepentida por no haber hecho más por ellos.
Pero con el transcurrir de los días se afianzó la coartada del padrastro, quien desde un primer momento aseguró que no tuvo nada que ver y que al volver a la casa se encontró con la terrible escena.
La mentira planificada por los autores del hecho no tardó en desmoronarse. Ambos cayeron en contradicciones y el círculo se cerró sobre ellos.
El juicio oral y público se concretó en septiembre 1998 y Vieira Duarte fue condenado a prisión perpetua por triple homicidio calificado por alevosía.
Por su edad, Matías fue declarado inimputable y se mudó con familiares de Buenos Aires. Nunca más se supo nada de él en Oberá.
En el expediente se cita que ambos implicados reconocieron que mantuvieron relaciones sexuales. Se presume que el motivo del crimen fue la imposibilidad de blanquear una relación prohibida y penada por ley.
Durante sus años de encierro, Vieira Duarte fue un preso modelo y realizaba tareas de mantenimiento y parquizado en el penal obereño. Hoy volvió a la calle porque la justicia lo considera reformado.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.