Maximiliano Ocampos padece esquizofrenia aguda. Por años vivió en la calle, en pleno centro de Oberá, hasta que tuvo la lucidez de pedir ayuda. Su caso demuestra que se puede salir del pozo de la enfermedad mental, pero hace falta amor y compromiso en serio
Se lo veía en la pista de skate de avenida Sarmiento, a metros de la Catedral San Antonio de Oberá, casi siempre envuelto en una frazada. Improvisaba su campamento con algún toldo para los días de lluvia o mucho calor, casi no hablaba y se rebuscaba la comida en los basureros del centro.
Era evidente que padecía alguna enfermedad mental, ya que en ocasiones se ponía a gesticular y hablaba solo, pero siempre fue difícil entablar una conversación con él. Si alguien le daba plata o comida, agradecía y se escapaba.
Así transcurrieron casi cinco años. Pero un día, Maximiliano Ocampos -hoy de 33 años- le pidió ayuda a Sandra Heppner, empleada municipal a cargo del anfiteatro de la Plaza San Martín. Ese día comenzó la larga y difícil recuperación de Maxi.
“Hoy, gracias a Dios, está medicado y vive con su familia. Incluso, fue a la recepción de su hermana. Es un chico muy bueno, ya sufrió mucho y se merece lo mejor. Está en tratamiento y va mejorando”, destacó Sandra.
Contó que Maxi padece esquizofrenia aguda, patología que lo llevó al precipicio y puso en serio riesgo su vida.
Versiones hay muchas: que tuvo un accidente, que consumía drogas, que lo golpearon y sufrió secuelas. También que cursó hasta tercer año de una carrera universitaria.
Volver a vivir
Pero lo cierto, más allá de cualquier especulación, es que la intervención de Sandra y luego del doctor Enzo Zima fueron claves para la mejoría de Maxi.
“Por un tiempo la familia lo quiso ayudar pero no pudieron. Él solía ir por la plaza para buscar agua caliente y así, lentamente, empezamos a hablar. Yo le dada comida, ropa y un día, como a los tres años, me dijo que le dolía mucho la cabeza y me pidió ayuda. Luego intervino el doctor Zima con la medicación adecuada, también la Municipalidad hizo su aporte y Maxi fue saliendo a flote”, destacó su “madrina” del corazón.
Hoy vive en la casa de su mamá y se gana el sustento vendiendo repasadores en la plaza.
La enfermedad mental existe y afecta a mucha gente que, por un motivo u otro, no cuenta con asistencia profesional. El caso de Maxi Ocampos demuestra que se puede salir, a pesar de caer muy hondo, pero hace falta amor y compromiso en serio.
“Hoy es un amigo que Dios me mandó”, reflexionó Sandra con la emoción a flor de piel, al tiempo que agradeció a la infinidad de anónimos que en algún momento le tendieron una mano a Maxi.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.