El rencor surgió por plata, por un negocio mal parido y sospechoso de antemano. Una noche golpearon su puerta, el Polaco abrió confiado y un fogonazo iluminó la noche. El tiro le dio en la pierna derecha. Un médico conocido -que no preguntó demasiado- le curó la herida y la Policía nunca se enteró del hecho. Pero el Polaco sabía quién fue el que apretó el gatillo. Pasaron unos meses. Una tarde llegó a su casa, dejó el auto afuera y entró a buscar unas herramientas. Su esposa vio que un tipo esperaba en el coche y le preguntó quién era. Le respondió sin mirarla: “Es el nuevo chacrero, Paraguay, le dicen”, y se fue. El resto fue tiempo y paciencia. Una noche el Polaco dejó a Paraguay en el bar donde paraba aquel que le pegó el tiro. Se hicieron compinches de tragos y solían ser los últimos en irse del bar. Así pasaron los días y las semanas, hasta que llegó la madrugada que tantas veces imaginó el Polaco: Paraguay y su compinche salieron bastante pasados de copas, hicieron unas pocas cuadras y, de repente, dos puntazos concretaron la venganza. El Polaco esperaba en la esquina, cargaron el cadáver en el baúl de su coche y viajaron casi cien kilómetros para desechar el cuerpo en el río. Paraguay no volvió por el bar y el Polaco murió hace unos cuantos años, sin rendir cuentas a nadie. Tampoco lo abrazó el remordimiento. Para él todo fue cosa de planificación y logística.
(Ilustración de Manuel Villamea)
.
Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.