El entrenador llegó a Oberá hace 22 años y cambió el paradigma. A pesar de la crisis del 2001, se consolidó un equipo y una estructura que sentó las bases para los ascensos. Anoche compartió un asado con ex jugadores y hoy será reconocido en el partido por Liga Nacional
En 2001 el país ardía por la crisis -una más-, los recursos escaseaban y el deporte no era prioridad. En ese marco, a pesar de todo, unos pocos referentes del Oberá Tenis Club (OTC) tuvieron la iniciativa, casi quijotesca, que incursionar en la Liga Nacional C después de 15 años.
Y para ellos fueron a buscar a un entrenador de renombre, alguien con conocimiento probado y trayectoria. Así llegó Dante Collavino, abogado y entrenador de básquet, que antes de recalar en Oberá había dirigido a Luz y Fuerza en TNA, entre otros equipos de Liga.
“La llegada de Dante significó un antes y un después para nuestro básquet. Cambió la manera de trabajar, nos potenció y nos mejoró”, sintetizó José Fabio, el último ídolo del básquet obereño.
A 22 años de su llegada al club, la dirigencia del Celeste tuvo el buen gesto de invitar a Collavino a la ciudad para brindarle un merecido homenaje por su aporte al básquet local.
Anoche se realizó una cena de la cual participaron integrantes de aquel plantel de 2001, mientras que esta noche será agasajado en el marco del partido entre OTC y Riachuelo, por Liga Nacional.
De su llegada a Oberá fue artífice Fabián Croux, quien junto a Luis Derna y Raúl Leguía habían tomado las riendas de un club en ruinas.
“Así llegó a Oberá el doctor Dante Collavino, cambiando para siempre el destino de ese deporte en nuestra Institución y dejando una huella indeleble con su estilo y su impronta profesional”, subrayó Sergio Feversani, presidente de OTC.
El legado
La de anoche fue una cena cargada de anécdotas donde se dejó constancia de la calidad humana y profesional de Collavino, quien sin dudas vino cambiar el paradigma.
“El que entrena, juega”, fue una de sus primeras máximas, lo que le trajo algún dolor de cabeza con una “estrella” local de esos tiempos. Pero estaba haciendo escuela y mantuvo sus ideales.
Otro aspecto fundamental de su trabajo fue ver lo que acá otros entrenadores no veían: el potencial de chicos que eran relegados, como Emilio Olsson y Marcelo Bondarenco, dos lungos que después fueron profesionales.
“Yo era un flaquito alto, casi ni jugaba porque no me ponían. Pero Dante me cambió la cabeza, me enseñó un montón y me hizo jugar. Gracias a él fui jugador y le estoy eternamente agradecido”, destacó Olsson, quien militó en Obras Sanitarias.
Los conceptos técnicos y tácticos fueron importantes, sobre todo para afianzar la defensa que caracterizó a aquel equipo, como también su compromiso y respeto por el jugador, lo que destacaron todos los asistentes al asado.
Incluso, en el algún momento, como recordaron los dirigentes de entonces, la crisis no aflojaba y resignó la mitad de su sueldo, tal vez sin imaginar que su trabajo estaba sentando las bases para los logros que vendrían.
Eso es pasión, tener amor por lo que se hace. Por ello la importancia del legado de Dante Collavino.
Hitos
En la historia del básquet obereño hay dos hitos bien claros y tienen que ver con la llegada de entrenadores que, cada uno en su época, aportaron cosas nuevas que significaron un crecimiento.
En los 70 fue el profesor Andrés Quetglas y 30 años más tarde Dante Collavino, ambos claves para el despegue de la disciplina.
El primero incursionó en una época cien por ciento amateur, donde se jugaba por amor a la camiseta. El segundo fue clave en la transición del amateurismo al profesionalismo, por lo que tuvo que luchar para cambiar la mentalidad y las “camarillas”.
Luego llegaron los ascensos y este gran presente de OTC afianzado en la élite del básquet argentino, con una estructura que hace dos décadas ni se soñaba.
Por eso es destacable la iniciativa de la actual conducción encabezada por Sergio Feversani, la cual reconoce a quienes estuvieron antes e hicieron su aporte en el camino.
De la cena de anoche participaron José Fabio, Daniel Pizzutti, Facundo Bocanegra, Gustavo Lindstrom, Enrique Gauvry, Alejandro Bauckloh, Ernesto Somariva, Gabriel Pared y Emilio Olsson como jugadores. También estuvo Alejandro De los Reyes, quien fue el preparador físico del plantel de Collavino.
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Daniel Villamea, periodista, hincha de River (no fanático), Maradoniano, adicto a Charly García, Borgiano y papá de Manuel y Santiago, mis socios en este proyecto independiente surgido de la pasión por contar historias y, si se puede, ayudar a otros.